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MUSAR

La palabra musar significa “corrección” o “instrucción” y también se utiliza simplemente como “ética” en hebreo moderno. “El musar” entendido como una tradición judía que promueve un comportamiento equilibrado

del ser humano, se presenta y se entiende también como un modo de vida.

Una disciplina que nos invita a vivir nuestra mejor versión.

El musar parte de la premisa que no somos perfectos. Tenemos mucho por aprender, corregir y agradecer a lo largo de toda la vida. El musar nos desafía a buscar y reconocer en nosotros mismos aquellos comportamientos que aceptamos podrían alcanzar una medida más adecuada para vivir vidas más íntegras. Es un llamado a modificar los hábitos que nos desequilibran, entendiendo que todo lo que hacemos impacta en nosotros y en los demás. 

Los atributos sobre los cuales se trabaja en el musar son fácilmente reconocibles: nuestro egoísmo, humildad, alegría, impaciencia, generosidad, responsabilidad, entusiasmo, etc. Lo más importante es que no buscamos erradicar ninguno de estos atributos. Los necesitamos a todos. Lo que deseamos es que se encuentren en el punto medio, el delicado equilibrio en el cual ninguno de ellos se manifiesta en extremo. Por eso es una disciplina que requiere constancia y conocimiento profundo y sincero de uno mismo. El musar no se estudia. Se vive.

El método más reconocido que el musar propone para esta transformación se basa en un cambio de afuera hacia adentro. Mientras concientizamos nuestros comportamientos negativos, por ejemplo, aquellos que nos hacen sufrir o hacen sufrir a otros; ése cambio externo lo vamos internalizando para que se vuelva parte de nuestra forma cotidiana de actuar. Lentamente el hábito va erosionando el desbalance y deja de ser el afuera y el adentro, habiendo refinado nuestra conducta en forma orgánica. 

El musar nos enfrenta a la decisión de esmerarnos por progresar, desarrollar nuestro máximo potencial espiritual. Por eso es tarea de todos los días cada día de nuestras vidas; se puede equilibrar, mejorar, pero nunca terminamos de refinar y perfeccionar. Lo que necesitamos es dominar nuestras conductas, sentirlas, evocarlas y vivirlas sin que ellas se vayan de control y nos dominen a nosotros.

Los atributos que debemos equilibrar nos enseñan que deberíamos tener coherencia entre lo que pensamos y lo que hacemos. Por ejemplo; si nos creemos generosos, deberíamos actuar en forma generosa. Sin embargo, muchas veces anteponemos excusas y no logramos actuar de esa manera.

La pregunta ahora es, ¿cómo lidiar con estas características negativas minimizándolas en nuestra vida? ¿Cómo modificar actitudes que nos vuelvan seres más íntegros?¿Cómo desarrollamos nuestra máxima contribución en este mundo, que es única y de cada uno de nosotros?

Buscar la medida justa en tres pasos:

1. Percepción, actitud y abordaje consciente:

Reconocer que todo está en nosotros, los excesos, las escaseces y el equilibrio deseado; sólo debemos reconocer los obstáculos que desbalancean nuestra vida sabiendo que aparecen en todo momento y en todo lugar; son la vida misma. Estos obstáculos están puestos allí para lidiar con ellos y crecer gracias a ellos, sin evitarlos ni negarlos.

2. Reacción, convertir el desafío en una oportunidad:

Una vez conocida la conducta que requiere trabajo, hay que convertirla en oportunidad. Auto controlarnos. Esos movimientos externos que debo hacer despiertan emociones internas que nos invitarán a alcanzar el equilibrio. Por supuesto que es fácil de explicar pero difícil de aplicar; sin ser imposible y siendo desafiante. Esa es la fuerza que apela a balancear las midot (los atributos).

3. Transformación, fortaleza interna:

Finalmente es nuestra fuerza de voluntad la que evita que el obstáculo en su exceso oscurezca la luz naturalmente equilibrada de nuestro comportamiento. Es factible que en principio sea sólo a corto plazo, por eso el cambio requiere de fortaleza interna para ser un motor que de combustible a largo plazo. 

Es por esta razón que esta fortaleza se precisa toda la vida, porque siempre habrá velos y obstáculos que querrán aflorar. Somos seres humanos que existimos para hacer este trabajo, para renovarnos día a día. Esa es la esencia de vivir una vida de integridad y renovación constante.
 

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